miércoles, 31 de agosto de 2011

24 de Agosto, 00:10


Recuerdo el primer café, su aroma cálido y reconfortante, la vuelta del hijo pródigo. También la llamada imperiosa de la nicotina y su traicionera sensación analgésica.

Recuerdo a Humphrey Bogart en el espejo, desnudo y en zapatillas, buscando su reflejo en unas notas de piano, en la voz de un impostor que le mira y no le entiende; no le habla pero le oye, y le escucha, y le olvida.

Recuerdo una melodía recorriendo el pasillo como espíritus sedados, cansados de estar vivos. Arrastrando los pies de manera desafinada hacia una puerta que no quiero abrir; es mejor así que ir al encuentro de un reggaeton.

Son mis mejores recuerdos, los únicos que tengo del día. Tras ellos sólo la oscuridad y la compañía de mis alucinaciones. Pero son míos.

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