Emergiste expulsado de un océano a la vida. Tú eras todo arruga; yo, el mundo por montera. Llanto de mal despertar; inmensa felicidad.
Apenas pellejo, desnudo y frágil, diminuta criatura capaz de conquistar mundos con un ligero suspiro, derramar lágrimas de pura ternura y un amor y una dicha y una plenitud.
Vives adherido a mi alma, simbiosis de sangre, fuente de vida. Respiras con mi corazón mientras te duermes y sin darte cuenta acompasas, sobre mi pecho, el calor con la vida.
Cierro los ojos en un suave abrazo y te siento hogar, destino final, droga a la que nunca renunciar. Eres mi hijo.