viernes, 14 de febrero de 2020

La silla

La noche, rota apenas en un halo de luz de farola mal avenida, que malamente ilumina la silla, es mi compañía, junto con el silencio, la tristeza, la incertidumbre, la culpa, la vergüenza, la rabia, el dolor, la sensibilidad que se cierra sobre si misma, aislada y protegida, la soledad.

Siento a la muerte sentada, abrumada por la belleza trágica de la noche. Siento su llanto y ella el mío, caen nuestras lágrimas sin decirnos nada. Mirarla es mirarme, mirarme es ser oscuridad que se agarra a la piel desesperadamente en un abrazo ciego y profundo, de amor y de consuelo.

Apenas le alcanza la luz mientras la observo frente a mí, y sin embargo qué cierta se presenta en la ausencia y el temor, es mi compañera de noche, sentado en el sillón, en una habitación con vistas al negro. Tras la puerta, los fríos pasillos de fluorescente, la inoportuna realidad que está por llegar.


Algo se ha roto en mí dejando en su lugar un hueco de tristeza. La muerte lo guarda tras su manto y abandona la silla, azul en esta luz. Se va con la promesa de un regreso.