sábado, 22 de agosto de 2020

Vida

Se me va la vida en una tarde de brisa, de notas flotando como libélulas al atardecer; pequeñas guirnaldas que punzan el sentir y me elevan al cerrar los ojos. Es tal la belleza que esbozo apenas una sonrisa sin darme cuenta y me dejo llevar.

Desnudo de pasado, ciego al futuro, vivo. Me abrazo sobre las rodillas y dejo pasar el tiempo sin ningún plan, apenas un pensamiento sin concretar; me evado entre los dedos del piano, las fibras elegantes del contrabajo , la desnudez del saxo.

Es una tarde de verano que me acoge y me cobija, que me abraza y me transporta. Es una tarde de luces en el aire que revolotean suavemente alrededor; me estremezco a su contacto al acariciarme y me abrazo un poco más, como queriendo atrapar el momento y no olvidarlo jamás. Decirle te quiero y no te alejes nunca de mí.

Se me va la vida en un tiempo muerto, un tiempo detenido en el espacio, que no gira ni se traslada : un momento de perfección. Se me va llevándome consigo, me transporta sin moverme, quieto en la silla y lejos, muy lejos.



martes, 18 de agosto de 2020

Color

El gris recorre los pasillos de la ciudad entre remolinos de negros iracundos, Barcos sin velas, partidas e idas, corren entre vientos de alcanfor, huyendo de lobos verdes que maúllan verdades rojas y blancas entre la maleza de oscuros callejones crecen plantas luminiscentes que observan en silencio como sólo saben hacer las plantas. Las ventanas se caen en sueños rotos y los cristales aceran los tallos, derramando la savia azul de los cardos nocturnos.

Silban palomas al viento y vuelan ratas de ciudad mientras los niños ven la televisión en los escaparates opacos de tiendas opacas con dueños opacos. El azul mendiga gotas de sudor gritando a la multitud sus miserias amarillas, y las verdes también. No me sigáis, no me miréis, no me maldigáis. Seguid vuestro camino, abrazad torbellinos de polvo rosa y elevaros como plumas blancas, sin rumbo definido merced al azar de los caprichos.

Las alcantarillas rezuman sudor de gatos negros que saltan entre las paredes de los edificios rojos, muertos mientras caminan, vivos mientras saltan. No hay parada posible, sólo movimiento, velocidad, impulso, corazones explotados y rojo, mucho rojo. Todo rojo.

Es la muerte que acecha entre los aros del arcoíris. Se viste de violeta mientras afila su guadaña con una piedra blanca. Afila la muerte, arruga la vida como una bola de papel y la arroja, fallida, a la papelera, entre la basura. No somos más que aquellos cristales rotos, que por el camino se llevaron la vida de otros y terminaron abandonados en los suelos húmedos, sucios, pegajosos de los callejones olvidados.

Sapos aplastados a nuestro paso nos miran de forma obsesiva, y aunque evitas su mirada esta se te pega a la espalda sin que puedas sacudirla. Te derrumbas, te tiras al suelo, te aplastan y observas la espalda de otros. Moneda de cambio e hipocresía.

Bailamos, bebemos, fornicamos, y de todo nos olvidamos entre sueños lunáticos con gente lunática de gente lunática. .


martes, 4 de agosto de 2020

Perros

Perros que ladran en la noche bajo las farolas de la ciudad mientras vidas mudas lloran sus miserias entre lámparas apagadas. Son perros delatores, perros de la conciencia, perros de la noche que orinan bajo las ventanas de personas que no se ven, que no se miran, que no se tocan; ni ladran, ni orinan, ni huelen culos.

Ladran vidas distópicas que saltan por la ventana incapaces de respirar una bocanada más de vacío. Y llueve dorado sobre sus sueños destrozados en el asfalto, restos pretéritos y algún verso perdido de Buck. Son perros del infierno de rostro cotidiano, vecinos de ascensor y mirilla indiscreta.

Amanece retirada en los callejones que nadie recorre, la luz del día viste rostros de caricatura comenzando una nueva función en este teatro de las apariencias, porque sólo los perros ladran la verdad. .