Son días de cuervos negros como el rencor que vuelan a nuestro alrededor.
Son días de piel áspera, días que recorren los rincones de nuestras almas,
girando aquí y allá, revolviendo las entretelas del dolor, tira y afloja,
miente y evita.
No hay risas ni alegría, ni siquiera llanto; sólo dolor seco, fertilidad
traicionada, frío útero vacío. Sus alas vuelan bajo y graznan alto, miserables
y cobardes, con plumas de desprecio e indiferencia.
Son días de espiral y vértigo inerte, días de inmovilidad como cuchilladas
en el alma que rasgan y hieren, duelen y matan, y, sin embargo, no hay voz que
clame al viento, que escupa el vuelo; sólo dolor seco, fertilidad traicionada,
frío útero vacío.
Hay silencio y lágrimas secas que rompen sin derramarse, notas mudas en un
piano de piedra fría que no dejas de escuchar y que te corroen por dentro, que
te abruman y te anulan mientras tratas de amar a quien sólo sabe arrancar ojos
ajenos.
Son días de ríos negros como el odio, cuyas aguas bajan salpicando
sinrazón. Corrientes ácidas de las que beben cuervos, iras y
desagradecimientos, que alimentan corazones podridos de bilis. Sólo queda dolor
seco, fertilidad traicionada, frío útero vacío.