Entre redes impuestas enredamos nuestra piel con la esperanza del
mañana. Como peces resignados damos pequeños coletazos sin más intención
que el disfraz. Nos acostamos sin cerrar los ojos, nos arropamos y nos
vendemos a nosotros mismos. Ayer no me hubiera comprado, hoy sí.
Cerramos
al fin los ojos sabiendo que nos invadirá el terror de la autopresencia
impuesta, el yo contra el yo. El de día y el de noche, ese y este. Los
sueños aún están por llegar, pero mientras tanto las verdades nos acosan
violando su propia intimidad, la mía y la tuya. ¿Te comprarías tú?.
El
sueño baila con nuestros temores. Nosotros, por el contrario,
permanecemos quietos y tensos, testigos de los versos que canta la
conciencia. No es un sueño, es el sueño, ya que aquellos seguirán a
este, y tal vez el dolor de huevos, los miedos, se suiciden en un
cortocircuito.
Redes oníricas que reparan.
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