Vientos de guerra entre campos de cebollas. Es una imagen sacada de
contexto mientras escucho las noticias. No decido yo, decide el otro;
amigo y enemigo. Verdes son las cebollas, rojos los vientos, y corriendo
desnudo salto de cebolla en cebolla temiendo a cada salto ser el
último.
Mi grito se expande con la fuerza de un huracán, doblando
robles centenarios. Asustados. Siento los pies fríos y el aliento
gélido, pero todo arde a mi paso estallando en millones de brasas. La
noche se hace día y el mundo se acuesta, siempre he ido al revés. El
mundo, no.
Me acuesto, me levanto, me acuesto, me levanto. Espero y
espero. El ritmo es lento, al contrario que el cerebro, vertiginoso en
su pensamiento. Las ideas se desbordan, se atropellan unas a otras
poniéndome una venda. Cerdo de matadero, grito de matanza, carne de
frustración.
La vida sigue, los polos se invierten y Dios es
Satanás, y Satanás es Dios. Las cebollas sufren de dermatitis, ya no
provocan lágrimas, ni siquiera provocan. Los mares flotan en continuas
marejadas lloviendo estrellas negras. Bowie se divierte
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