
Moscú, 1966. La mirada profunda de Eve Arnold nos impacta directamente al corazón en una escena donde nos transmite sin lugar a la esperanza, la desolación, el dolor, la vergüenza.
Una mirada perdida llena de tristeza en una fría sala donde a nadie le importa tus pensamientos, unas manos caídas, dóciles en el regazo, inertes. A su lado una mirada oculta que esconde su vergüenza, opuesta a la de ella, queriendo huir de allí, estar en cualquier otra parte.
Resulta increíble la atmósfera que desprende toda la foto. Cómo ella nos provoca fragilidad junto con el deseo de abrazarla y darle esperanzas, mientras que él muestra tal vez culpabilidad, bochorno, resultándonos igual de triste.
Mientras tanto, al fondo y en una sala repleta, cada cual se ocupa de sus intereses, ajenos a la desazón del primer plano; lo que aumenta la infinita tristeza y soledad del conjunto.
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