In the year of ’39
Assembled here the volunteers
In the days when lands were few
Here the ship sailed out
Into the blue and sunny morn
Sweetest sight ever seen
And the night followed day
And the storytellers say
That the score brave souls inside
For many a lonely day
Sailed across the milky seas
Never looked back, never feared
Never cried
Brian May
Con esta estrofa
comienza ’39, tema compuesto por Brian May, guitarrista de Queen y doctorado en
Astrofísica. Y es que la letra de la canción habla de los viajes en el
espacio-tiempo y la relatividad de este último.
Es inevitable que todo esto me venga a la cabeza cada vez
que contemplo la fotografía estenopeica de Maribel Gijón. La madre del
emigrante, la lloca’l Rinconín, es una escultura de Ramón Muriedas que, ante el
mar, levanta un brazo en despedida de aquellos que emigraron a nuevos mundos en
la búsqueda de una vida mejor. Su gesto de dolor en la mirada, el cabello
levantado por el aire, el vestido, la textura rugosa, encrespada del material
del que está hecha, bronce, van en la misma dirección, expresar el inmenso
dolor de una madre que ve cómo sus hijos, su marido, se van a lo desconocido.
El resultado es dramático y conmovedor.
El efecto que Maribel consigue con este tipo de fotografía
no hace nada más que acentuar todas esas sensaciones a través del grano, la
falta de detalle, el blanco y negro, la lejanía de su protagonista y las
personas que por allí pasean enfrentadas a la mar que se intuye y la inmensidad
del espacio abierto, donde parece abrirse, rasgarse el espacio-tiempo como
analogía del viaje de los emigrantes. Una grieta por donde la relatividad del
tiempo tal vez impida el reencuentro; una grieta permanente como el gesto de
tristeza e incertidumbre de una madre apartada del amor de su familia.
Al pararse a contemplar esta fotografía sentimos la fuerza
que esta puede llegar a transmitir. Es lo que llamamos una buena fotografía,
con una estética muy marcada, un mensaje que acentúa el mensaje original y/o
incluso añade nuevos matices. Esto es fotografía. Sentimos ese dolor y lo
hacemos propio a través de nuestras vivencias, los recuerdos, de quiénes somos.
Maribel Gijón nos abre un mundo paralelo.